Aprovechando
el escándalo de la carne de caballo, decido acusar veladamente y en tono jocoso
a la estanquera: “Usted no me estará vendiendo tabaco chino adulterado,
¿verdad?”. Ella –un encanto de mujer, por cierto– me contesta con una sonrisa
pícara y tranquilizadora: “Qué va, hombre; aquí sólo vendemos tabaco del
bueno”.
El
mundo es un oxímoron esférico.