Hemos
partido de la lógica para construir un discurso narrativo convencional. La
propia lógica, como disciplina, es una convención; y las convenciones sólo son
objetivas si entendemos la objetividad como una suerte de intersubjetividad más
o menos democratizada. Asumir una objetividad de sustrato no-intersubjetivo
equivale a sostener: a) que Dios dicta y sólo algunos comprenden; b) que nadie
dicta y, por lo tanto, nadie comprende; c) que alguien (o algo) dicta y muchos asumen (la comprensión no encuentra aquí
su espacio).
a) Discurso teológico.
b) Discurso nihilista.
c) Discurso capitalista.
Cuando
hablemos de objetividad, no conviene perder de vista su naturaleza
intersubjetiva –con todos los problemas que ello acarrea–. De lo contrario
estaremos jugando a ser: a) dioses (o “iniciados”); b) relativistas peligrosos;
o c) borregos parlantes.
Con
respecto a los discursos narrativos no-convencionales, el principal riesgo es
este otro: ijwnerg wijfgiweu jiwnergui iwebgnwieogjui iduwjrgionjr iwergio.
Lo
dicho: que todo son problemas, independientemente del punto de partida.
Juntar
dos o más palabras es ya asomarse al abismo.