Es curioso esto del miedo, que sin tener existencia objetiva nos arroja, paradójicamente, a la objetividad de la existencia. Y es que no somos sujetos del miedo: somos en realidad su objeto; es el miedo el que nos
sujeta mientras nosotros (en vano)
objetamos. Por eso resulta tan absurdo que digamos "tengo miedo", cuando es el miedo el que nos tiene a nosotros.