jueves, 27 de febrero de 2014

DEUDAS

       
       Hace meses que Vázquez y Nogueira se deben mutuamente la cantidad de cinco mil euros. Desde entonces Vázquez esquiva conscientemente los lugares que Nogueira frecuenta, básicamente porque no desea perder una amistad que estima en grado sumo. Nogueira, a su vez, aunque de forma inconsciente, se rige por la misma norma que su amigo. Ninguno de los dos sabe, sin embargo, que el otro ha pedido ya un crédito para hacer frente a la incómoda situación. Vázquez ha recurrido a ciertos altos directivos, de la empresa en que trabaja, para que figuren en calidad de avales ante los prestamistas de su sucursal bancaria habitual. Nogueira, por su parte, tendrá que hipotecar su recién comprado vehículo para hacer frente a la devolución del importe, y de hecho se pregunta si no hubiese sido más fácil venderlo directamente. Ambos maldicen, mientras dura el conflicto, el día en que se les ocurrió pedir tal cantidad de dinero a un amigo íntimo. Ambos celebran, finalmente, el momento en que pueden dar la deuda por saldada. Por otro lado, de nada hubiese servido que alguien les mostrara la imposibilidad de deberse mutuamente la misma cantidad de dinero, pues la deuda equivale exactamente a la suma a percibir, como resulta a todas luces evidente. Una deuda es una deuda, en todo caso, y la culpa de esta estimación habrá de recaer sobre la educación judeocristiana, contra la que poco podemos hacer a estas alturas del cuento.

lunes, 24 de febrero de 2014

LA CUEVA

       
       Siete personas entraron en una cueva. Cinco lograron salir. Una pereció en el intento. La persona restante tan sólo quiere dejar constancia de lo ocurrido y envía recuerdos a su familia.

jueves, 20 de febrero de 2014

TÉTANOS


       Nunca tuvo buena suerte el pobre Alfredo, ni en su vida ni en su muerte. La inercia, enésima enemiga suya en una innumerable lista de detractores, terminó con toda futurible expectativa de lujo y gloria para su persona. Dirigíase nuestro amigo, a la carrera, hacia la estación ferroviaria (llegaba tarde) cuando tropezó súbitamente con un inoportuno desnivel del pavimento que, a falta de mejor verdugo, se alió con una absoluta falta de reflejos por parte del propio Alfredo. La caída, colmo de la aparatosidad, inclinó su cabeza en dirección a unos barrotes oxidados que circundaban –por razones de pura seguridad, presumiblemente– el recinto del parlamento autonómico. El impacto de su cráneo contra uno de aquellos barrotes, ligeramente afilado, causó una imparable hemorragia cerebral, así como una brecha considerable (aunque sin mayor trascendencia, si tenemos en cuenta lo anterior). O eso pensaba éste que les relata lo sucedido.
       Ya en el hospital, sus progenitores se interesaron por aspectos más técnicos. Una enfermera les explicó, con suaves palabras, que no había solución, que la vida de su hijo no estaba ya en manos de los médicos sino en las de Dios Todopoderoso. La madre de Alfredo, sin embargo, había escuchado en un programa televisivo matinal algo acerca de la relación del óxido con el bacilo de Nicolaier, y no dudó en preguntar (horrorizada) si cabía la fatídica posibilidad de que su hijo, su queridísimo Alfredo, estuviese enfermo de tétanos. La enfermera, obediente, consultó al sufrido taxista que había transportado al accidentado en su coche. Éste, visiblemente compungido, contestó que sí, que era muy probable que alguno de aquellos barrotes estuviese –al menos parcialmente– oxidado. Como era de esperar, el padre de Alfredo venció su inicial mutismo y terminó por montar en cólera: “¡Qué vergüenza de sanidad tenemos en este país! ¡Pretenderán, los muy indecentes, que enterremos a nuestro hijo sin haberle puesto siquiera la antitetánica!”
       Tras su legítima inyección, Alfredo fue enterrado una tarde de Agosto. Nunca se sabrá, para desconsuelo de sus allegados, si llegó a padecer tan grave enfermedad.

lunes, 17 de febrero de 2014

PLACER

      
       Eudemonía no podría estar más en desacuerdo con el fantasma de Freud. El principio del placer le parece una burda estratagema reduccionista y no está dispuesta a aceptarlo así como así. La felicidad, argumenta nuestra amiga, es un concepto demasiado trascendental como para enmarcarlo en el ámbito de la mera sensación. Sin embargo ha de admitir que el fantasma de Freud, rodeado de una nutrida jauría de penes flotantes, parece sospechosamente feliz.

jueves, 13 de febrero de 2014

LA MUJER QUE APARECE Y DESAPARECE


       En el piso de Gerundio hay una mujer que aparece y desaparece. Nuestro amigo ha acudido a la policía en repetidas ocasiones, pero claro, como la fantástica criatura se esfuma cuando presiente una encerrona, Gerundio queda expuesto invariablemente al escarnio de los agentes de la ley, sin posibilidad de defensa o réplica. Es por ello que, pese a las incomodidades ocasionadas, y a falta de una solución permanente, ha resuelto ir acostumbrándose a la extraña presencia de la mujer que aparece y desaparece. 
     Meses más tarde, Gerundio comprobará –llorando, anhelando, digno portador de su nombre– que lo que realmente le irrita no es la extraña presencia de la mujer que aparece y desaparece, sino más bien su extraña y prolongada ausencia.

lunes, 10 de febrero de 2014

PROBLEMA


         Tres filósofos analíticos se ven importunados, en su habitual paseo, por un inmenso muro de piedra que obstaculiza el camino. Filósofo Nº 1 define el problema, bautizándolo con el nombre de “Muro”. Filósofo Nº 2 esboza una posible solución, “Escalera”, recurriendo a un conocido vocablo del idioma español. Filósofo Nº 3 constata, consternado, que ninguno de los tres dispone de tal aparejo. Sin Escalera, concluyen, no hay manera de salvar el obstáculo.
       Cuando los tres filósofos analíticos se dan por vencidos, dispuestos ya a volver sobre sus pasos, una niña que les seguía avanza hacia el muro y lo atraviesa. Después se burla desde el otro lado.

jueves, 6 de febrero de 2014

HETERONOMÍA

       
       El niño de la moneda no sabe en qué se la va a gastar. Ha estado considerando las diferentes opciones, sin decantarse claramente por ninguna en concreto. Cuando su cabeza le dice: “métela en el cerdito-hucha” (ésta se le antoja la peor opción, pues no es verdadero gasto), su corazón la rebate: “cómprate una revista”, y sus papilas gustativas imploran: “gominolas de fresa, por favor”. Acostumbrado desde muy pequeño a una férrea tutela monetaria por parte de sus progenitores, el niño de la moneda se siente ahora desvalido frente a un problema que le resulta del todo ajeno: “¿Qué hacer?”, “¿Cómo actuar?” y otros interrogantes análogos se agolpan, incipientes, en su cerebro infantil. Papá le advierte entonces que piense muy bien en qué va a gastarse la moneda –la primera moneda realmente suya– pues no podrá disponer de una igual en mucho tiempo (concretamente cuando vuelva a cumplir años, trescientos sesenta y cinco días después). El niño de la moneda, fuertemente presionado, o temeroso quizá de cometer una imprudencia propia de otros niños de su edad, se resigna a introducir la moneda por la ranura de su cerdito-hucha. Inmediatamente después de hacerlo, el niño de la moneda siente como todos los dientes de leche que aún conservaba se le desprenden de las encías. Pocas horas más tarde, le invade ya la cara un espeso bigote.

lunes, 3 de febrero de 2014

EXCEPCIONES


       Don Profeta dice que el mundo se acabará mañana a las doce del mediodía. Cuando, llegada la hora prevista, el mundo continúa girando impertérrito, Don Profeta decide cambiar de domicilio y de ciudad.
       Doña Fiel dice que jamás engañará a su marido con otro hombre. Cuando, un sábado cualquiera, su marido la descubre en la cama con su mejor amigo (de él), Doña Fiel, profundamente avergonzada, jura que lo siente muchísimo.
       Don Carnicero dice que su carne es la mejor del condado. Cuando Señora Clienta le hace probar la carne que esa misma mañana le ha comprado, convenientemente cocinada, Don Carnicero cierra su establecimiento y abre una sala de billar americano.
      Don Mentiroso dice que hoy ha matado al alcalde. Cuando, tras ver al alcalde yaciendo inerte y con un puñal clavado en la espalda, los vecinos apresan a Don Mentiroso, éste se ve forzado –por votación popular– a renunciar a su apodo.
      Don Político dice que acabará con el paro en un plazo de dos años. Cuando, pasados los dos años, las cifras de paro se resisten a menguar, Don Político anuncia la exitosa detención de unos peligrosos terroristas que llevaban varios años en busca y captura. Días después es aclamado en un mitin.