lunes, 29 de abril de 2013

A MODO DE DEFENSA


Intuyo que al señor Rajoy le gusta la EPA cuando calla, porque está como ausente, pero no debería ignorar que los datos escandalosos son también personas legítimamente cabreadas que de vez en cuando, además de hablar, señalan culpables y demandan soluciones, como es lógico. Estamos hablando (de) 6 millones de parados, el 27% (!) de la población activa –se dice pronto–; una demostración cuasi empírica de que las políticas de austeridad, empezando por la desastrosa reforma (anti)laboral y terminando por los incesantes (re-re-re)recortes en los servicios públicos, nos conducen inequívocamente a la miseria social, al “emigra o muere”, al desahucio y a la náusea. ¿O no? Pues miren, a juzgar por la actitud del Ejecutivo se ve que, como diría Joaquín Reyes, “efectivamente y no”, o dicho de otro modo, que todo esto es opinable y que estamos sacando las cosas de quicio. Guay.
Uno se pregunta ahora dónde está el “porcentaje de ebullición” –éste sí incontestable– que más tarde o más temprano transformará a las masas desempleadas en una verdadera amenaza para el orden social (y ríase entonces usted de los escraches); pero también conviene preguntarse –aunque resulte un poco más incómodo, claro– a partir de qué porcentaje de parados (o desahuciados, desnutridos, etc.) podríamos empezar a hablar de violencia del Estado contra sus ciudadanos. “Es que no es el Estado, es Europa”, dirán algunos. Pero la pregunta en cualquier caso no varía y yo la dejo aquí a modo de defensa, sin aspavientos, desde la ingenuidad más radical y con todo el pacifismo del mundo.
Los que todavía creemos en Europa como utopía realizable –pobres de nosotros– esperamos y merecemos una respuesta.

jueves, 25 de abril de 2013

EL BARÇA Y MARÍAS


Escribo estas líneas todavía no del todo repuesto de la derrota del Barça frente al Bayern, así que les ruego no me tomen demasiado en serio. Dicho esto –bochorno en proceso de asunción por mi parte–, déjenme confesarles que (lamentablemente) la concepción del fútbol que sostiene el F. C. Barcelona se me parece cada vez más a la actual prosa de Javier Marías: habiendo alcanzado una innegable perfección de estilo, ha terminado por volverse predecible y repetitiva; se echan en falta las ganas de jugarse el tipo, la pasión por el riesgo en ambos casos. Cuando uno admira a un autor –y si el Barça sigue siendo el máximo exponente en cuanto a fútbol de autor se refiere, no digamos ya Marías en el campo de juego de la literatura– espera de éste que no se deje tentar por los peligros de la siempre acechante autocomplacencia. Pero el caso es que los demonios del éxito de crítica y público se patentizan a veces en forma de derrota en diferido, como cuando camino del vestuario tardas en comprender que el equipo rival está plagado de detectives salvajes o alemanes desacomplejados, empeñados ambos en la consecución de una victoria que por derecho les pertenece.
Más tarde, claro, sólo queda cagarse en Robben y en Bolaño, como si fueran ellos los verdaderos culpables. Pero lo cierto es que mañana, en la batalla, deberíamos pensar en nosotros mismos.

lunes, 22 de abril de 2013

BELLEZA Y APROXIMACIÓN


Entre relato y relato a veces toca lanzarse a la vida, esa sucesión de incógnitas grotescas (vecinos, supermercados, viandantes, semáforos) que algunos incomprensiblemente prefieren al mundo de las palabras   –mucho mejor ordenado y, sin lugar a dudas, más cabal–; quizás menos real, pero sí más verdadero. Pocos entienden que la Realidad y la Verdad son dos ámbitos no ya enemistados, sino simplemente antitéticos: Verdad es el Quijote, mientras que Realidad es la Inquisición Española; Verdad es el Comunismo, Realidad es el Gulag; Verdad es Europa, Realidad es el Eurogrupo; Verdad es belleza, Realidad es aproximación; Verdad es lo que usted querría ser, Realidad es usted a secas. Y no sé usted, pero yo así, a secas, pierdo mucho. Sin embargo cuando me siento y escribo, por ejemplo, “Soy un ser humano”, descubro que sobre el papel no soy menos humano de lo que fue Shakespeare, si alguna vez se sentó a escribir lo mismo. Pensándolo mejor, olviden el condicional: Lo real y el papel (o la pantalla) se repelen mutuamente. Como el despertador del lunes y el recuerdo de las carcajadas del sábado.

miércoles, 17 de abril de 2013

QUIÉN ME LO IBA A DECIR


Escarbar en las mesas de novedades literarias se está convirtiendo en un deporte de alto riesgo. Entre infinitas sombras de Grey, mala novela policíaca y demás oportunismos editoriales, uno termina casi siempre refugiándose en las estanterías polvorientas de las secciones menos transitadas, a la búsqueda, por ejemplo, de alguna reedición interesante que venga a redimir la fealdad del conjunto. Pero buscar no siempre es encontrar –salvo honrosas excepciones, claro–, y no pocas veces el verdadero premio consiste en volver a casa con las manos vacías para reencontrarse con Chéjov, Carver, Cortázar o cualquier otro escritor que empiece por ce. Debería juzgarse al lector no sólo por lo que lee, sino especialmente por lo que, para no morirse de asco, deja de leer. Los que dicen que hay que leer “de todo un poco” son, me temo, los mismos que valoran una obra únicamente en función del entretenimiento vacuo que les procura. Pero reducir la literatura a mero pasatiempo es, como reducir la política a cuestiones económicas, dar una palmadita de apoyo en la espalda del capitalismo. Quién me lo iba a decir: leer literatura “evasiva” me parece hoy, muy claramente, no sólo una pérdida de tiempo, sino además un juego siniestro diseñado por y para neoliberales.

jueves, 11 de abril de 2013

DECÁLOGO CENICIENTO


1.      Escribir es arder (absténganse alérgicos a la ceniza).

2.      Escribir es un gran “Cómo” raras veces distraído por algún pequeño “Qué”.

3.      La máxima de Borges es irrenunciable: escribir mucho, corregir mucho, tirar muchos papeles a la basura y publicar poco.

4.      Escribir es pura minería: tratar de extraer piedras preciosas de entre lo aparentemente nimio e irrelevante (ceniza incluida).

5.      El humor está en todas partes.

6.      Jugar siempre con el par Eros/Tánatos.

7.      Entablar, en la medida de lo posible, diálogo con los Maestros.

8.      Escribir sobre lo inexpresable.

9.      No escribir jamás para todos los públicos.

10.  Si escribir es arder, entonces es también quemar todos los decálogos –incluido el propio–. Y seguir tragando ceniza.

lunes, 8 de abril de 2013

ENTERRAR Y EXHUMAR


A veces la realidad se porta como Dios manda: ¡no me digan que no es maravilloso esto de enterrar a Margaret Thatcher mientras exhumamos el cadáver de Pablo Neruda!
Aquí les dejo, por cierto, la banda sonora del día (no apta para enemigos del humor negro). “Even though we know it’s not right…”

jueves, 4 de abril de 2013

EL CUARTO RABINO


Les dejo aquí un fragmento de Magma (Spurious), interesante (e irregular) debut literario de Lars Iyer. Atención a la parábola, que bien podría resumir la Historia de la Literatura desde el punto de vista de la Creación:

“W. me recuerda la lección hasídica que Scholem narra hacia el final de su gran estudio sobre el misticismo judío.
Cuando se enfrentaba a una gran tarea, el primer rabino, de quien poco se sabe –su nombre y los detalles de su vida permanecen envueltos en un velo de misterio–, iba a cierto lugar en los bosques, encendía un fuego y meditaba en oración; y lo que quería conseguir se cumplía.
Una generación después, el segundo rabino –se desconoce su nombre y sólo han trascendido unos pocos detalles sobre su vida–, al enfrentarse a una tarea de similar dificultad, iba al mismo lugar en los bosques y decía, “Ya no sabemos encender el fuego, pero todavía podemos orar”. Lo que quería conseguir se cumplía.
Pasó otra generación, y el tercer rabino –cuyo nombre ha llegado hasta nosotros, aunque sigue siendo, a pesar de ello, una figura legendaria– fue a los bosques y dijo, “Ya no sabemos encender el fuego, ni conocemos las meditaciones secretas propias del orador. Pero conocemos el lugar apropiado en los bosques, y eso debe ser suficiente”. Y lo que el rabino quería conseguir se cumplió.
Pasó otra generación, y quizá otras más, quién sabe, y el cuarto rabino –su nombre es bien conocido, y todavía vive entre nosotros–, enfrentado a una difícil tarea, simplemente se sentó en su sillón y dijo: “No sabemos encender el fuego, no sabemos rezar las oraciones, no conocemos el lugar, pero podemos contar la historia de cómo se hacía entonces”. Y eso también fue suficiente: lo que quería conseguir se cumplió.
Hubo un quinto rabino que Scholem olvidó; bueno, en realidad no era un rabino, dice W. Se llama Lars, y de él sabemos demasiado. Olvidó dónde estaban los bosques, e incluso que tenía una tarea que cumplir. Sus oraciones también cayeron en el olvido; y si meditaba, lo hacía sobre el destino de Jordan y Peter André. Terminó prendiéndose fuego a sí mismo y a su amigo W. con las cerillas que llevaba encima y los bosques ardieron hasta las raíces. Y después el fuego se propagó al mundo entero, los océanos hirvieron y el cielo quedó arrasado por el fuego y fue el fin del mundo.”

Apuesto a que no soy el único que se imagina al cuarto rabino leyendo en su sillón, contando la historia del “cómo” y confundiendo su propia identidad con la de Enrique Vila-Matas.