Mi
abuela lleva muchos años diciendo que las verdades hay que decirlas. Siempre he
pensado que esa sentencia suya tiene algo de Shakespeare, algo de aristocracia
moral, unas gotas de deber, en el
sentido más trágico de la palabra. Pues bien, he aquí una pequeña verdad: César debe morir, de los hermanos Taviani, no es una película
perfecta, pero sí es una película que deberían ver. Vale la pena acercarse al
cine, en primer lugar, por la cruda fuerza que rezuman las actuaciones de
algunos presos (Salvatore Striano, el actor que interpreta a Bruto, es un auténtico salvaje, un
Brando en potencia), y en segundo lugar porque los (escasísimos) proyectos
descabellados que de alguna manera logran esquivar la estulticia general para
acabar en salas comerciales (una Cosmópolis,
una Holy motors, por poner otros
ejemplos recientes) deberían contar con el apoyo de aquellos que todavía creen
en el séptimo arte. A veces ver es creer. Al final de la película, uno de los
actores se confiesa: “Desde que conozco el arte, esta celda se ha convertido en
una prisión”. Amén, casi oigo decir a mi abuela. Las verdades hay que decirlas:
César debe vivir.