Una
vieja amiga me recuerda que los blogs, en general, están perdiendo fuelle. No
le falta razón. De eso mismo se quejaba Enrique Vila-Matas en un artículo
relativamente reciente; quizás las redes sociales han terminado por fagocitar
un fenómeno que por otra parte –cedamos ahora el turno a la sinceridad– tampoco
ha terminado de atraparme por completo. Y es que tengo la sensación de que la
inmensa mayoría de blogueros (entre los cuales me incluyo) guarda para sí,
consciente o inconscientemente, sus escritos más logrados, limitándose al
blog-como-banco-de-pruebas, al blog-como-depósito-de-intuiciones, o al
blog-como-mero-divertimento. Hay excepciones, claro está, como las había (y las
seguirá habiendo) en lo referente a los diarios, aforismos, fragmentos, etc.,
de ciertos autores, que en ocasiones igualan o incluso superan en calidad y
magnitud a la producción restante. Últimamente me llama la atención la faceta
bloguera de Andrés Neuman, ese señor que a base de Microrréplicas parece empeñado en contradecir, por el bien de
todos, la tónica general: he aquí el caso de un novelista más que decente, un
cuentista notable, y un bloguero definitivamente delicioso. No se lo pierdan.
Es gratis.