No son
sus dibujos, ni sus obras de teatro, ni sus cuentos; tampoco su capacidad para
reírse criticando (demoliendo) o criticar riéndose (y haciéndonos reír). Lo
primero que me llama la atención del genial escritor, dibujante y dramaturgo
polaco Slawomir Mrozek (Borzecin, 1930) es en realidad algo tan sencillo como
su apellido, concretamente la primera letra, la eme. He pensado que, en materia
de cuento, mis miniaturistas favoritos (Manganelli, Monterroso, Monzó, Merino,
Millás y ahora me veo casi forzado a añadir al propio Mrozek) también empiezan
por eme. Como la palabra “miniaturistas”, por cierto. O como “mosca”, que es un
insecto volador al que son muy aficionados estos señores y alguna que otra
señora (otra eme para Mansfield). Y claro, como soy una persona paranoica e
impresionable, esto también me lleva a pensar en una especie de conspiración
universal que impida destacar en el selecto campo del microrrelato (vaya con la
eme) si uno se apellida Herrero –por ejemplo– y en vez de sobre moscas escribe –es otro ejemplo– sobre gusanos. Seguiré pensando en ello. Y dejaré de
escribir, muy probablemente –o empezaré a hacerlo como Mherrero, que es la
única solución que se me ocurre–. Ríanse, ríanse. A ver qué pasa cuando Marías,
Michon o Magris descubran su auténtica vocación.