Espero
que ustedes no hayan cometido la imprudencia de googlear sus respectivos nombres completos en internet. Lo digo
porque es bien sabido que todos tenemos al menos un doble al acecho, presto a
arrebatarnos la personalidad. Hace algunos años me dejé caer por la página web
de ILL (Ángel Herrero), una suerte de juglar indie que canta sobre desgracias reales o imaginarias y con el cual
comparto, además de nombre y apellidos, cierto parecido físico. Desde entonces
me dedico a seguir sus pasos, quizás para demostrarme a mí mismo que una
coexistencia pacífica con el doble es perfectamente posible; y la verdad es que
hasta he acabado encariñándome con este músico, cuyo nombre artístico
(“enfermo” en castellano) me recuerda eso de que el arte, más que sanar,
enferma irremisiblemente. Lo malo de ILL son sus silencios: por lo visto no es
muy amigo de dar conciertos y lleva más de tres años sin grabar nuevas
canciones. A veces tengo la absurda impresión de que, si él no avanza, tampoco
yo lo haré. Y viceversa. Por eso fantaseo con la posibilidad de que descubra
este blog y se anime a escribir, aunque supongo que en tal caso yo también
debería comprarme una guitarra.
Ya les
decía que con esto del doble hay que andarse con mucho cuidado, sobre todo por
aquello de los gastos imprevistos.