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Hace un
par de semanas mi padre me hacía la clásica pregunta: ¿qué libro te llevarías a
una isla desierta? Mi respuesta, tan caprichosa como cualquier otra, carece de
interés. Sin embargo, desde que tenemos noticia de la (in)existencia de la isla Sandy se me ocurre que quizás sea el momento de afrontar un nuevo interrogante:
¿qué isla desierta nos llevaríamos a un libro?
(2)
Me
sorprende comprobar que en La corte estupenda –el no menos estupendo blog de
Sara Arias García– se me compara con un preso. Me sorprende y me encanta,
porque siempre he pensado en la escritura como cárcel, y en la cárcel como isla
desierta, y en la isla desierta como contenido fantasma de un libro que nadie
lee. Por suerte algunos todavía son capaces de ver belleza en todo esto. Se
agradece.
(3)
Vayamos
entonces al grano: ¿qué isla desierta me llevaría a un libro? Pues miren,
pensándolo mejor creo que el nuevo interrogante es tan absurdo como el clásico,
porque, si puedo fiarme de mi propia argumentación, todo parece indicar que la
isla y el libro son en realidad la misma cosa: una cárcel estupenda. Eso debí
haberle dicho a mi padre. Eso le digo desde este blog a Sara. Y a ustedes les
digo: no dejen de creer en Sandy.