Dice mi
peluquero que no me queje de estar parado (juro que no recuerdo haberme
quejado), que la culpa es en el fondo mía por haber estudiado Filosofía, cuando
todo el mundo sabe que esas cosas no tienen salida profesional y que hay que
dejarlas para el tiempo libre de cada uno. Dice mi (ex)peluquero que aquí hay
que partir de una premura (sic), y es que el sistema educativo está mal
planteado desde su misma base, que en definitiva sobran profesores y falta mano
dura. Dice el señor que no volverá a verme el pelo que si está bien así de
corto, al tiempo que me muestra en un espejo de mano el reflejo de mi cogote.
Le digo que no, que he cambiado de opinión, que haga el favor de seguir
recortando hasta dejarme una cresta, y contesto a su media sonrisa incrédula
con una mirada dura, desafiante.