jueves, 18 de diciembre de 2014

ESCRIBIR


       Escribir, por ejemplo, que estoy escribiendo un relato cuyo protagonista escribe una historia sobre mí. La figura del narrador de esa historia, ese protagonista dentro del relato, decide, a mitad del cuento, que mi personaje no le interesa, y por lo tanto yo me siento ultrajado. Reescribir ese relato en el que ahora escribo un cuento sobre la estupidez del narrador de mi historia, principalmente para vengarme de su falta de gusto. El protagonista deja de ser el narrador para convertirse en un periodista imparcial. Disgustado con su nuevo papel, mi personaje –el que tiene que contar mi historia– rechaza la misión que le encomiendo, echando a perder la fluidez narrativa. Deshacerme de ese personaje para contar, en un tercer relato –dentro del relato inicial–, el proceso que me ha llevado a explicar las razones del protagonista original (que no soy yo, aunque seamos indiscernibles). Escribir cómo publico un relato en el que se da cuenta de la estrategia teórica que me ha permitido engarzar el primer relato con el tercero, sin dejar de lado la voluntad de escribir cinco o seis relatos más con historias cruzadas de los relatos anteriores. Escribir cómo recibo un premio por el relato definitivo, tratando de demostrar al lector las razones que me impiden ir a recogerlo: a fin de cuentas ya no sé quién es el autor del cuento. Escribir cómo ese premio es reclamado por otro narrador, un periodista disgustado con su trabajo. Escribir, por último, que no entiendo qué ha pasado, que no sé de dónde ha salido ese periodista. Mentir como un bellaco, porque en realidad intuyo que no he escrito nada y que el personaje soy yo. Lamentarme.
         Escribir, por ejemplo, cuánto me hubiera gustado escribir ese relato.