A P., que acaba de volver de Polonia.
Un niño
a su padre, frente al escaparate de una conocida librería coruñesa:
“Papá,
¿tienes mortadela?”
Ojo, no
se precipiten, que el chaval no pide un bocata de mortadela (merienda habitual
de muchos infantes que su padre, a fin de cuentas, bien podría atesorar en el
bolso –la merienda, no los infantes, pedazo de bestias–); ni siquiera emplea la
primera persona del plural (“tenemos”), que haría referencia más bien a un
repentino y preocupado interés por la hipotética falta de provisiones neverísticas del hogar. No. El niño
quiere saber si su padre lleva mortadela encima, como otros llevamos mecheros o
paquetes de kleenex.
Genial.
No sé
por qué esta escena me ha hecho pensar en Bruno Schulz, que en La mitificación de la realidad escribía:
“Consideramos
normalmente la palabra como una sombra de la realidad, su reflejo. Más justa
sería la tesis contraria: la realidad es la sombra de la palabra”.
…y en
Witold Gombrowicz (a quien ya he referido con anterioridad en este blog),
que en el prólogo a Ferdydurke se
lamentaba:
“Estamos
en la situación de un niño que se ve obligado a llevar un traje demasiado
grande para él y en el cual se siente incómodo y ridículo; el niño no puede
quitárselo, puesto que no tiene ningún otro, pero, por lo menos, puede
proclamar en voz bien alta que el traje no está hecho a medida, y de tal modo
establecerá una distancia entre el traje y su persona. Esto significa: tomar
distancia frente a la forma”.
Miren:
a lo peor les he mentido. Lo cierto es que creo intuir por qué la escena de la
mortadela, con su niño deliciosamente ingenuo y su adulto (in)naturalmente
desconcertado, me ha recordado a Schulz y a Gombrowicz…
¿Cuánto
tardaremos en reconocer de una vez por todas que el denominado “Realismo
Mágico”, uno de los mayores hitos de la literatura sudamericana, es en realidad
un invento genuinamente polaco?
Se aceptan
cartas amenazantes… y bocatas de mortadela.
P.S.
También he recordado cómo mi ex-no-esposa solía repetir con cierta frecuencia
que ella prefería el vodka polaco al ruso… pero esa ya es otra historia,
supongo.