Algunos
consejos no-solicitados (y, no obstante, presumiblemente bienintencionados) que
he recibido en los últimos (y no tan últimos) años a propósito de mi supuesta
actividad escritora (entre paréntesis mis consideraciones):
1. “Deberías enviar tus obras a
concursos literarios”. (Como en Reservoir
dogs, eso ya se ha probado y no funciona –o no del todo–).
2. “Siempre puedes recurrir a la
autoedición”. (O, como en American beauty,
a la paja en la ducha antes de ir a trabajar –si tienes trabajo, claro–).
3. “Abre un blog”. (Hecho: error.
Menos tiempo para escribir cosas más importantes).
4. “¿Y en gallego?” (Sin
comentarios).
5. “Es que relatos… ¿Por qué no una
novela?” (Porque Borges).
6. “Vete a Madrid y llama a algunas puertas”. (Pero ¿no veis que la
movida gorda está en Barcelona?).
7. “Prueba a relacionarte con otros
escritores de tu edad que ya publiquen”. (Entre “susto” o “muerte”, uno siempre
ha sido más de “muerte”).
8. “Si dedicaras la mitad de las
horas que te pasas escribiendo a promocionarte…” (…me perdería el respeto en la
mitad de la mitad de esas mismas horas).
9. “¡Pero si hay un montón de
editoriales!” (…que no aceptan manuscritos no-solicitados, como hace un
servidor con los consejos).
10. “Es que no tienes ni facebook…”
(…porque Obama nos espía, tonto).
…Y un
consejo nunca-recibido que me hubiese resultado la mar de útil hará cosa de una
década:
“Enciérrate
a escribir. Cuatro horas diarias por lo menos. Y olvídate de publicar. Escribe
más, escribe mejor, escribe hasta que no puedas más. Y después sigue
escribiendo”.
Amén,
coño.