Mientras
María trataba de explicar por enésima vez al buen José los rudimentos del
misticismo embrionario, unos simpáticos pastores se entretenían junto al
pesebre improvisando historias, apurando hipótesis, ultimando apuestas, pero
sobre todo observando de hito en hito, irremediablemente incrédulos, el
desproporcionado miembro viril de cierta paloma que por allí pasaba.
("Celos" aquí).