miércoles, 28 de agosto de 2013

BELLEZA INCORRUPTIBLE


Se ha muerto. Se ha muerto mi tía Dolo.
Hoy recuerdo aquellas sofocantes tardes de verano en Almería, y una muy concretamente, una que quedó y quedará ya para siempre grabada a fuego en mi memoria. Fue hace un par de décadas, cuando yo era un niño sólo en parte diferente del estúpido niño en que al fin me he convertido. Mis tíos trataban de explicarnos (a mis primos, a mis hermanos, a mí) que esa tarde no tocaba playa; vayan ustedes a saber: el mal tiempo, la desgana de los adultos… quién sabe: son detalles nimios que con toda justicia se olvidan. No olvido ni quiero olvidar, sin embargo, la heroica y autoimpuesta misión de mi tía durante aquellas horas, su empeño en mantenernos entretenidos –o en entretenerse ella misma, que de un modo delicioso, en absoluto forzado, también tenía mucho de niña–; la Dolo que de repente sacaba de algún cajón el estuche de lápices de colores, la Dolo que repartía a diestra y siniestra, con su sonrisa pilla de bruja buena, el espléndido manojo de folios en blanco, la Dolo que nos animaba a pintar dibujos (“para mi colección particular”, decía) con los que posteriormente adornaría, orgullosa, los armarios de su habitación. Miren: nunca se me ha dado bien dibujar, pero recuerdo a la perfección cómo nos hizo sentir nuestra tía cuando le entregamos nuestras “obras” ya conclusas. Aquella noche nos fuimos a la cama rivalizando en cuestión de ego con el mismísimo Dalí.
A Dolo le gustaba masticar hielos y escuchar a Leonard Cohen. A Dolo le repugnaba meterse en ascensores y hacerse análisis de sangre. He aquí algunas de las razones por las que siempre la he considerado un alma amiga.
Además Dolo (si me atrevo a escribir esto es porque, por suerte, en mi familia materna nunca ha faltado el sentido del humor, y aun en caso contrario no veo por qué no habría de decirlo) tenía las tetas más bonitas de la Historia de la Humanidad. Ni siquiera el puto cáncer pudo con ellas. Eran de una belleza incorruptible.
En casa de mis padres, en la que me gusta denominar “mi habitación de hijo no-pródigo”, tengo una reproducción enmarcada de un boceto de Dalí, precisamente. Bajo el marco, y sujeto gracias a la presión del mismo contra la pared, un dibujo que María coloreó de niña me alegra la vista cada vez que estoy de visita en Pontevedra. Montañas. Flores. Y un sol.
María es una de mis primas. María es la hija de mi tía Dolo.

Es un paisaje precioso.