De un
tiempo a esta parte (esta parte del mundo, de la conciencia) usted viene
sospechando que abrir un periódico en domingo, con lo a gusto que se está en el
sofá escuchando –qué sé yo– a Mahler, es como poco una locura de cuatro pares
de vaginas. Porque locuras suele encontrar, indefectiblemente, el que noticias
busca entre sus páginas; esto es empírico, señores. Sin embargo, a veces
conviene seguir exponiéndose al impreso sinsentido dominical, aunque sólo sea
para conectar el “locurómetro” y así comprobar hasta qué punto incluso el mundo
de la publicidad (que es de lo que tratan realmente los periódicos) está
perdiendo definitivamente la chaveta.
¿Recuerdan
aquello del “turismo revolucionario”? sí, hombre: aquello de quedar con los
amigos en verano para coger un avión a Cuba y hacer todos juntos “La ruta del
Ché”, ataviados con camisetas serigrafiadas
made in Bangladesh de hoces y martillos. También estaba la variante rusa,
claro, consistente en rendir pleitesía al cadáver incorrupto del camarada Lenin
para acabar alcoholizado a base de vodka en la Plaza Roja. Pues bien, resulta
que una conocida agencia de viajes decide ahora dar otra vuelta de tuerca al ya
manido concepto ofreciéndonos una experiencia turística irrepetible –ojo, que
no me lo estoy inventando: El País, domingo
16 de junio de 2013, pag. 33 (edición impresa)–: “Viaja a Corea del Norte. La
oportunidad de vivir una experiencia única”. Las aclaraciones del anuncio (que
viene a toda página, a todo color y a todo Régimen, fotografía de un sonriente
Kim Jong-un con bandera estrellada incluida) contribuyen a despejar cualquier
tipo de duda: “No está permitido el acceso a periodistas y fotógrafos”. “No se
podrá utilizar su tarjeta SIM ni dispositivos GPS”. “No está disponible el
acceso a internet”. “Restricciones de vestimenta”. Todo ello, cómo no, adornado
con símbolos de prohibición de lo más atractivo sobre cálido fondo anaranjado.
Se ofertan un “Tour Julio” y un “Tour Agosto”, ambos de 8 días/7 noches, con
salidas desde Pekín, desde 1450 euros. ¿A qué están esperando? No se lo
piensen: todavía están a tiempo de plantarle cara al Imperio.
Tras discutir (y posteriormente rechazar) con
mi no-esposa la posibilidad de que el periódico o la agencia de viajes nos
estén gastando una monumental broma, ya sólo me resta lamentarme, repetirme una
y otra vez el viejo mantra: Colega, ¿dónde está mi revolución? Y lo que es
peor: ¿Dónde no está? Porque estoy
convencido de que, si algo hay más peligroso que la derecha autoritaria, ese
algo es la derecha autoritaria disfrazada de resistencia trendy.