lunes, 29 de julio de 2013

REALITY


Parece que Lucía Etxebarría (sí, Lucía Etxebarría, déjenme terminar, por favor) acaba de abandonar un efímero reality televisivo muy defraudada con lo que allí se ha encontrado –a saber: gritos, disputas absurdas, estupidez a mansalva, etc.–. Hasta aquí todo normal (que no bien, oiga), o todo dentro de lo previsible en estos casos. Lo que me resulta realmente “entrañable”, y además debería hacernos recapacitar sobre el modelo de sociedad que entre todos estamos contribuyendo a apuntalar, es la razón que ha llevado a la (presunta) escritora a participar en semejante despropósito: argumenta Etxebarría –impecablemente, por cierto– que tiene ciertas deudas con Hacienda y que la suma a percibir por entrar a formar parte en el reality (¡durante una sola semana!) excede con creces los beneficios que le reportan dos años (¡dos años!) de trabajo ordinario, esto es, el tiempo que razonablemente emplea en dar a luz una nueva novela.
Sin entrar a valorar la “obra” de Lucía –tómense un momento para elucidar cuál es la obra auténtica: si el conjunto de sus novelas o la aparición estelar en el reality–, no conviene obviar el verdadero meollo del asunto: el programa “paga” porque el público “ve”, y la escritora “accede” presumiblemente porque “debe”, porque su trabajo no le alcanza (es un supuesto) para vivir dignamente. Un servidor extrae tres conclusiones de todo esto:

1.      Como sociedad estamos mal de la puta cabeza.

2.      El escritor en apuros, como cualquier otro trabajador, vende a su madre por un plato de lentejas.

3.      La culpa de todo la tiene Yoko Ono.