“O tal
vez, cuando se encuentre atascado como lo estaba yo aquella noche, no pueda
poner las cosas en claro acerca de usted mismo o los demás, o saber por qué
está vivo, o por esa misma regla, por qué lo está cada uno de los que puedan
venirle a la cabeza, entonces piensa no en gente, sino en otras cosas que ha
visto y sentido; como andar por un camino nevado en invierno, en algún lugar de
Iowa, y escuchar el dulce y cálido ruido de un establo cercano al camino, o
como esa otra vez cuando estaba en una colina y el sol se estaba poniendo y de
repente el cielo se convertía en un inmenso cuenco de color pálido,
resplandeciente como un cuenco de asas enjoyadas, y una gran reina en algún
reino lejano y poderoso pusiera una gran mesa bajo el árbol una vez al año e
invitara a todos sus amados y leales súbditos a cenar con ella.”
(Sherwood
Anderson, “El hombre que se convirtió en mujer”, en Cuentos reunidos).
Estar
atascado es no pensar en gente… y corregir febrilmente lo que todavía no hemos
sido capaces de escribir mientras escribimos.