lunes, 8 de julio de 2013

EXCEPCIONALIDAD Y COINCIDENCIA


A propósito de los Beatles como hito musical radicalmente irrepetible, el otro día comentaba con una buena amiga la importancia del talento digamos “concentrado”, del genio espacio-temporalmente confluyente. Llegamos a la conclusión (provisional, revisable) de que, desde la ruptura de los Fab four, el problema no ha sido precisamente la falta de animalitos a su altura, sino la no-conjunción de los astros, la excepcionalidad de la fórmula cuasi matemática (y acaso divina) “genios + Liverpool + años sesenta”. Decía mi amiga que bueno, que hemos tenido Seattle a principios de los noventa, pero que no es lo mismo, claro. Y justamente con los noventa como telón de fondo fantaseamos, entre sonrisas de ilusión insatisfecha, con la posibilidad retrospectiva de que Billie Joe Armstrong, Rivers Cuomo, Noel Gallagher y Dave Grohl hubiesen coincidido en una misma banda, en un mismo espacio de intercambio creativo. No cayó esa breva, of course; la Historia del Arte está plagada de caprichos crueles, de genios desperdigados. Ya puestos, ¿Qué hubiera sido, por ejemplo, de la suerte literaria de un Witold Gombrowicz, de haber éste congeniado mejor, en el Buenos Aires de mediados del siglo pasado, con aquel par de bestias que fueron Borges y Bioy Casares? Quién sabe. Son cosas absurdas que uno se pregunta en verano mientras corrige relatos que no han de importar a nadie.