martes, 3 de marzo de 2015

DE CENICEROS


       El hombre que citaba a Séneca sólo para sentirse importante ha conseguido, al fin, ver publicado su primer libro. Todos sus familiares, amigos y conocidos le felicitan por ello, pero él está ya obsesionado con la continuación de su obra y no le agradan en demasía estas memeces. Su problema es muy otro: resulta que se ha propuesto escribir un libro donde tengan cabida las ideas más disparatadas, quizás porque en el fondo quiere demostrar, como tantos otros autores antes que él, que la literatura no depende del “qué” –todos hemos tenido alguna idea genial– sino del enfoque, del “cómo”. Si la tesis que defiende el hombre que citaba a Séneca es válida, entonces bien podría escribirse un buen relato sobre norias u otro sobre ceniceros (por poner un ejemplo).
      Enardecido por su auto-desafío, el hombre que citaba a Séneca decide comprometerse a titular su futuro manuscrito De norias y ceniceros. De vuelta en su oficio y tras un par de noches en vela, nuestro amigo consigue terminar De norias, el primer relato de su nueva colección. Durante el resto del año descubre perplejo que es perfectamente capaz de hilvanar historias aceptables partiendo de planteamientos de lo más absurdo. Así, escribe sobre botones, sobre gemelos, sobre taxistas, y su fuente de inspiración permanece inagotable a lo largo de la tortuosa empresa. Cuando termina su obra la hace llegar a su editor y, definitivamente liberado, se zambulle en el apasionante mundo de la filatelia.
       El editor no tarda en hacerle saber al hombre que citaba a Séneca que De norias y ceniceros no incluye ningún relato sobre ceniceros y que, por lo tanto, el título no es el más apropiado. Imagínense ahora la vergüenza que ha tenido que pasar este escritor para concluir su libro, tratando de justificar su deliberada omisión y secretamente convencido de que es imposible, de que nadie –a excepción quizá de Sterne– podría haber escrito un buen relato de ceniceros.