lunes, 27 de junio de 2016

CHOQUE CULTURAL


       Con palos y piedras solían recibirnos a los no iniciados, como si nuestra perfecta ignorancia de la tribu no fuese ya suficiente palo o suficiente piedra; hasta que descubrieron las dotes conciliadoras de Jared, “el Loco” –rebautizado entonces como “el Comprensivo”–, indígena autóctono y de mente abierta bajo cuyo mando terminaron de adoptarse nuestras revolucionarias técnicas pedagógicas para fines más sagrados y menos dudosos. Aprendieron a leer; les enseñamos a escribir como cristianos. Lo que nunca acabaron de entender –de choques culturales tampoco entiende uno demasiado– fue aquella renuncia tardía de Jared a ciertas manifestaciones básicas de su propia cultura, al baile de los palos y las piedras, al salto sobre cocodrilo, y algunos (sobre todo una gran mayoría de no iniciados) todavía coincidimos en señalar aquellos hechos como causa de su lamentable sacrificio, y no tanto aquella otra historia que se dice que sucedió con la irresistible primogénita del chamán de la tribu, de la cual seguimos sin tener noticia.

lunes, 20 de junio de 2016

EN ESTA ZONA DE LA CIUDAD


       Cuando cae la noche en esta zona de la ciudad, los vecinos salimos a contemplar la luna. Acampamos improvisadamente en la plaza, repartimos latas de cerveza y maullamos como gatos hambrientos con la mirada fija allá en lo alto, olvidados los unos de los otros. “La luna otra vez”, exclama con fastidio el hijo mayor de los Sánchez, sin duda hastiado de tan periódicas reuniones. “Es la luna, como siempre”, constata sin aspavientos Elvira, la vecina del Octavo Izquierda; a lo que don Eusebio, del piso de enfrente, añade impertérrito: “Sí… igual de redonda”. La luna está ahí y nosotros la contemplamos. Después volvemos a nuestros respectivos edificios, a nuestras respectivas casas, a nuestras respectivas cenas. Y momentos antes de conciliar el sueño, mientras repasamos nuestra inefable provisión de miserias cotidianas, nos alegramos secretamente de nuestro no menos secreto ritual, de nuestra absurda comunión lunar, que en el peor de los casos seguirá cumpliendo con su humilde propósito: estimular la legítima rebeldía del hijo mayor de los Sánchez, aliviar la insoportable soledad que sufre Elvira, mantener alejada siquiera por un instante la tristeza de don Eusebio... obrar, en definitiva, para que todo discurra como hasta ahora –de un modo menos extraño, más amable– en esta zona de la ciudad.

lunes, 13 de junio de 2016

APRENDER A SOÑAR


       En la colina hay una casa, en la casa, un dormitorio, en el dormitorio, una cama, y en la cama, un hombre que duerme. Ese hombre sueña con una cama que no tiene, con un dormitorio que no existe, con una casa en otra colina. Cuando se despierta, el hombre se asoma a la ventana y suspira. “Otra vez, maldita sea”, dice para sí, y se retira a un rincón del dormitorio pensando en su cama, en su casa y en su colina, que quizás todavía no hayan aprendido a soñar correctamente. Por último las reprende con severidad, al borde del ensañamiento.

lunes, 6 de junio de 2016

SELECCIÓN ARTIFICIAL


       A Rodrigo Sáenz debemos reconocerle su indudable contribución al campo de la ingeniería genética; ¿cómo pasar por alto la capacidad de nuestro hombre para seleccionar, de entre todos los pretendientes de sus hijas, a aquéllos que habrían de maltratarlas como es debido, tal y como él mismo había hecho –y seguía haciendo– con la madre de éstas, tal y como el padre de Rodrigo solía pegar, hace no tantos años, al propio Rodrigo, convirtiéndolo, a base de golpes y tiempo, en un hombre obsesionado por maltratar a su vez a los hijos que nunca tuvo (todas hembras) y que, por inexistentes, jamás podrían continuar la digna labor de su padre, el pobre Rodrigo Sáenz, que no tuvo más remedio que dedicarse a entrevistar durante años, con ahínco y exigencia extremos, a toda una cohorte de posibles yernos –unos en exceso benévolos, otros irremediablemente homicidas– que asegurasen ante el devenir de la Historia la pervivencia de su propia especie?