–Podemos
quedarnos aquí. Mañana no sé, pero hoy sí. Llama a tu tía Concha y dile que nos
preste algo de dinero; dile que será la última vez. Yo puedo llamar a Rafa, a
Ramiro, qué sé yo. Puede que el casero vaya de farol, con estas cosas ya se
sabe; a lo mejor sólo quiere presionarnos un poco. Tú no te preocupes, que todo
va a salir bien.
–Me han
llamado del banco, Félix. No van a concedernos el crédito.
–Hijos
de puta…
–Sí,
hijos de puta y todo lo que tú quieras, pero no nos lo conceden. ¿Qué pasa con
tus padres?
–Ya
sabes que mis padres no pueden…
–Pues
si ellos no pueden, nosotros tampoco.
–Bueno,
mujer, mañana tengo la entrevista.
–Y
aunque te cogieran seguiríamos en las mismas, ¿cuándo cobrarías la primera
nómina?
–A mes
vencido, claro; pero quizás en el banco reconsiderarían lo del crédito.
–No sé.
–Tienes
que llamar a Concha: hazme caso.
–La
última vez me dijo precisamente eso, que era la última vez. ¿Qué quieres que le
diga?
–Pues
eso, que lo necesitamos.
–Ella
también lo necesita.
–¡Joder,
Carmen! ¡Sólo trato de ofrecer soluciones!
–Pues
llama a Rafa o a Ramiro.
–¡Eso
iba a hacer, acabo de decírtelo!
–Tranquilízate,
no me hables en ese tono.
–Lo
siento.
–Yo
también.
–…
–…
–Mira,
estoy pensando que…
–¿Qué?
–Que
esto es una emergencia y…
–No
vayas por ahí, porque sabes que no.
–Pero
Rafa y Ramiro… ¡Qué coño! ya sabes que ni siquiera me van a coger el teléfono.
–He
dicho que no y basta.
–Venga,
Carmen; no hay para tanto.
–¿Que
no hay para tanto?
–…
–…
–Pero
vamos a ver, Carmen…
–Ni
vamos a ver ni nada.
–...
–No
pienso volver a hacer la calle. Hace muchos años de eso. Ahora tenemos hijos…
–Y hay
que darles de comer, Carmen.
–Prefiero
que se mueran de hambre.
–¡Es
increíble!
–¿El
qué?
–Que
siempre has sido una zorra, que nunca has dejado de serlo.
–No me
hables así, Félix: no te lo consiento.
–¡Yo te
saqué de la calle, hostia! ¡Seguirías allí, en cualquier esquina, abriéndote de
piernas, de no ser por mí! ¿Tan grave es que vuelvas temporalmente, por
nosotros, por tu familia?
–Si mi
familia necesita que haga eso, entonces no necesito una familia.
–No
dramatices, sólo sería por un tiempo.
–¿Pero
tú sabes lo que me estás pidiendo?
–Claro
que lo sé, y me duele, pero…
–Pero
nada; no tienes ni idea, Félix. Ni puta idea de lo que estás diciendo.
–Ya, yo
no tengo ni puta idea ¿no?
–Está
claro que no.
–No,
claro.
–...
–Deberías
irte entonces. Para lo que ayudas…
–No
hablas en serio.
–Ya no
sé cuándo hablo en broma. Ni me interesa saber cuándo lo hago en serio.
–Félix,
que me largo…
–Haz lo
que quieras.
–Y no
vuelvo más...
–Pues
no vuelvas. Pero ten al menos la decencia de enviarnos algo de dinero.
–Dinero.
–Sí, dinero. Para los niños…
–…
–Carmen…
–Te he
oído. Para los niños.
–Sí,
eso he dicho. Para los niños.
–Para
los niños, me dices.
–Eso,
los niños.
–Los
niños.
–Eso.
–…
–…
–Pero
los niños…
–No me
hagas reír, Carmen.