Es por ustedes de sobra conocida la costumbre que tienen la mayoría de los periódicos de agasajar con algún tipo de artefacto (generalmente inútil) a los lectores, preferiblemente en ediciones dominicales. Pues bien, el pasado domingo decidí hacerme con un ejemplar del diario de mi ciudad –la verdad es que debí pensármelo dos veces, porque sus articulistas son muy malos, cuando no directamente necios– única y exclusivamente porque regalaban unas gafas de sol muy chulas y yo había perdido (me habían perdido, más bien) las mías en un reciente viaje a Grecia. El caso es que pagué el periódico, me puse mis nuevas gafas y salí a pasear por la zona vieja –qué casualidad, una mañana especialmente soleada– con el propósito de leer las noticias en alguna terraza del casco histórico, con una tónica y unas aceitunas.
Ojeando los diarios que el bar en cuestión pone a disposición de sus clientes, me entero de que ese mismo domingo un periódico de tirada nacional regalaba –ya se habrán agotado– una selección de diálogos de Platón, perfectamente encuadernada y con introducciones a cargo de especialistas de renombre. He de decir, en mi defensa, que desde hace años poseo las obras completas del filósofo griego, pero por alguna razón sentí una punzada de incipiente culpa a causa de la frivolidad de mi elección (al fin y al cabo, unas malditas gafas oscuras), sobre todo porque mis Diálogos están ya muy trabajados y manoseados y no hubiese sido ninguna tontería adquirir un nuevo ejemplar. Por suerte descubro, en la sección internacional de ese mismo periódico, que acaba de destaparse una trama de corrupción en el aeropuerto de Atenas. Parece ser que algunos de los trabajadores, concretamente los mozos que se ocupan de transportar el equipaje de los pasajeros, se dedicaban a extraer de las maletas aquellos objetos que les parecían valiosos (no se aclara si para venderlos en el mercado negro o simplemente para uso y disfrute personal). Cito textualmente: “El botín, relativamente escaso e incautado ya por la policía, consta de decenas de joyas, una cantidad importante de ropa de marca, algunos vibradores eléctricos, y unas gafas de sol de fabricación española”.
Mis gafas, seguro. No me pregunten ustedes por qué, pero mi sentimiento de culpabilidad se esfumó sin más y así pude disfrutar del resto de aquel domingo tan sumamente griego con mis Diálogos estropeados y mis nuevas gafas oscuras.