Por
razones que quizá tengan más que ver con los indeseados efectos secundarios de
cierto tratamiento médico que con una deliberada voluntad de relectura,
últimamente me descubro hojeando las páginas de algunos de mis diaristas
favoritos (Renard, Gide, Pavese, Ribeyro), transitoriamente ajeno a la tiranía
de las tramas y los personajes, de las ficciones o los capítulos –naturaleza
obliga–. Adoro el ego mutante de Renard, empeñado en viajar del autodesprecio a
los delirios de grandeza en cuestión de días; me intriga la erótica poliédrica
de Gide, que sin dejar de estar profundamente enamorado de su mujer encontró el
modo de separar el amor del sexo (e incluso la heterosexualidad de la
homosexualidad) para entregarse sin contradicciones a su amante Marc; siento
escalofríos tras verificar los inequívocos rastros caligráficos de una profecía
autocumplida en lo tocante al suicidio de Pavese y me compadezco del Ribeyro
más bohemio, ese que, de paso por Madrid, se dedicó a dilapidar las escasas
ayudas familiares que le restaban en putas, libros y alcohol como si no hubiera
un mañana. Todos dudan, todos saben, todos sufren. Todos ellos se preguntan qué
será de sus escritos y lamentan las oportunidades perdidas, los pasos en falso,
las páginas menos logradas. Se desesperan. Sobreviven. A veces callan o se
comportan como auténticos cretinos. Otras brillan como dioses. Todo esto me
lleva a pensar que es quizás en los grandes diarios donde reside la más sublime
imperfección de la Literatura: leerlos es bajar a la sala de máquinas del Genio
para comprobar el colosal misterio de los engranajes, de las válvulas y los
motores, pero también la suciedad de los lubricantes, la grasa, el hollín
nauseabundo. La miseria. Lo excrementicio tiene aquí un espacio que no ha lugar
en una novela, en un relato, en un poema, en un ensayo…
El
atractivo de lo residual.
La
escritura como deyección y la lectura como coprofagia.
P.S. Me
reservo la próxima entrada –que será la nº 100 de este blog– para el 30 de
diciembre, día de mi cumpleaños. Puedo adelantarles que habrá sorpresa… Y que
estoy muy loco.