lunes, 13 de julio de 2015

FILOSOFÍA FICTICIA EN EL MUNDO ANTIGUO (XII)


           Estoikón

       Principal fundador de la escuela que lleva su nombre, Estoikón representa a la perfección el ideal del sabio imperturbable, aquel que ha de soportar con dignidad y resignación los padecimientos con que la vida nos pone a prueba.
      Los estoicos solían iniciar su aprendizaje con un sometimiento voluntario y continuado a sucesivos tipos de tortura, todos ellos diseñados por el propio Estoikón. De entre los alumnos que superaban la prueba (consistente en no derramar una sola lágrima durante el transcurso del tormento), el filósofo escogía a los tres mejores para incluirlos en su Plan Educativo Superior. Pero claro, a medida que la escuela iba ganando prestigio, Estoikón se veía forzado a perfeccionar sus técnicas de tortura a fin de dificultar la entrada a los menos preparados. Son cosas de la oferta y la demanda.
       Cuando el listón estaba ya demasiado alto como para que ningún aprendiz quisiera entrar a formar parte de la secta de los estoicos –ya se habían cubierto casi todas las plazas–, un joven llegado de Citio se empeñó en hacer el examen de ingreso. Así, fue sometido a los peores suplicios conocidos por el hombre (y con “el hombre” queremos decir aquí Estoikón, pues nadie antes ni después de él puso en práctica tales malevolencias), pero, cumpliendo con el básico requisito, no derramó una mísera lágrima. “Esto ya es algo personal”, pensó el maestro estoico alternando los más sofisticados métodos de resquebrajamiento físico y moral, aquellos que reservaba para ocasiones como esta. Se cuenta que algunos de los testigos –los que no vomitaban en las esquinas de la sala o caían desmayados– pidieron clemencia con lágrimas en los ojos, esas mismas lágrimas que se resistían a brotar del alma del joven de Citio.
       Finalmente Estoikón tuvo que aceptar, a regañadientes, al nuevo alumno. Se llamaba Zenón de Citio y pasará a la historia no sólo como uno de los más importantes estoicos, sino también –en el campo de la medicina– como el primer y único filósofo desprovisto de glándulas lacrimales.