Lo más
peligroso del estado de estupidez generalizada que se vive en nuestro país
desde el advenimiento de la crisis (porque la crisis enriquece y envilece a
unos pocos y deprime y cabrea a la gran mayoría, esto es, estupidiza en ambos casos) quizá sea la tendencia acrítica a
relativizar la propia estupidez, así como la estupidez propia. Resulta que como los poderosos han alcanzado un nivel de
estupidez difícilmente igualable, algunos se han convencido de que se puede
hacer el estúpido en menor medida,
casi en plan “poético”, amparándose en el razonamiento de que las pequeñas
estupideces que uno comete pasarán desapercibidas (y hasta serán aplaudidas) en
comparación con las estupideces atroces perpetradas desde las Altas Esferas.
Algo así debió de pensar el diputado de la CUP que insultó y amenazó con una
sandalia a Rodrigo Rato en el Parlamento catalán: “Yo no soy el estúpido, oiga:
el estúpido es este sinvergüenza al que trato en vano de amedrentar; el
estúpido es este ladrón que juega con los ahorros de tanta pobre gente”. Pues
claro que sí, amigo de la CUP. Y usted también lo es, pero menos ¿no? Y como es
usted menos estúpido casi podría parecer que actúa correctamente. Pero no
vayamos a equivocarnos: la estupidez del otro no le resta un ápice de estupidez
a su conducta. Al Parlamento se va a parlamentar, como su propio nombre indica;
no es territorio apto para macarras. Le alegrará saber, sin embargo, que si
tuviéramos que elegir entre Rato y usted (disyuntiva improbable), nos quedaríamos
con usted –qué remedio–. Eso sí: con una pinza en la nariz y pastillas para las
náuseas, no vaya a ser la vomitona. El mismo procedimiento podría aplicarse en
caso de optar por Xosé Manuel Beiras en Galicia, por poner un ejemplo más
cercano. De todas formas, las arcadas de rigor no nos las quita nadie. A ver si
comprendemos de una vez que la estupidez de la Derecha no basta por sí sola
para ocultar la de la supuesta Izquierda.
martes, 26 de noviembre de 2013
jueves, 21 de noviembre de 2013
VENGARSE DEL MUNDO
Un día
te despiertas y comprendes que la Realidad –antipática ella– ha estado
conspirando durante toda la noche para inaugurar el nuevo día propinándote una
patada en la boca. Nada de qué preocuparse: es el estado de ánimo perfecto para
sumergirse en la lectura de tus escritores-pirados favoritos, de un Daniil Jarms, de un Henri Michaux, de todos esos esquizoides relatos sin pies ni
cabeza, puesto que ya no crees necesitar ni los unos ni la otra, sino
precisamente el valiosísimo testimonio de los que han sabido prescindir
creativamente de ambas cosas. Es posible, te dices, explicar el mundo desde
otros mundos; quizás sea la única manera. Explicarlo todo negándose a
comprender nada es una buena forma de hacer del mundo un anti-mundo, un
analgésico sin contraindicaciones, un silogismo a la inversa. Una cueva que
conduzca al exterior de algo. O un buen golpe de morros en las botas embarradas
de lo real.
Escribir,
leer para vengarse del mundo. Y que lluevan más patadas, que lluevan.
lunes, 18 de noviembre de 2013
HACIENDO AMIGOS
Al fin
puedo decirlo con conocimiento de causa (la presión socio-cultural, ustedes
saben): las peripecias de Walter White resultan, en efecto, de lo más
estimulante; son, digamos, un dignísimo entretenimiento, pero uno no puede sino
concluir, muy a su pesar –y es que son muchas las noches invertidas– que hay
más poesía en un solo capítulo de Hora de
aventuras que en una temporada completa de Breaking bad. A ver si estamos todos tontos o qué: vale que el
emperador no está desnudo, pero tampoco es que vista de Armani, vaya.
A
propósito del tema (no de esta serie en concreto, sino del arte fílmico en
general) adjunto una reciente reflexión –no por obvia menos certera– de Paul Schrader:
“Lo
singular ahora es que la sociedad demanda menos de los artistas. Si la gente
demanda más a los artistas, los creadores son mejores. Así que la clave no sólo
está en las películas, sino en el público.”
Soberbio
el trabajo de Bryan Cranston, por otra parte. Y no se preocupen, que ya me
callo y enseguida estoy de vuelta en el calabozo de los apestados.
P.S. En
el conocido portal satírico de noticias falsas El mundo today han sabido captar a la perfección, con el humor que
les caracteriza, la esencia del problema. Dejo el enlace AQUÍ.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
EL PÚBLICO APLAUDE
Conviene
resignarse: aceptemos de una vez que estábamos equivocados, que la tan ansiada
(y nunca prometida) revolución ético-estética de nuestro siglo se ha
materializado ya –¡y usted con estos pelos!– en forma de niñata semidesnuda
sacando un inocentísimo porro de su bolso de Chanel mientras el público aplaude
enloquecido –por cierto: ¿qué aplaude el público exactamente? ¿El gesto malote de Miley Cyrus? ¿La “osadía” de
encender un peta en un espectáculo
televisado? Uno ya no sabe–, el público aplaude, el público aplaude, el público
aplaude… la estupidez, supongamos. Nada de qué extrañarse, oiga: si un juez
puede expropiar sólo a medias (?) el
palacete de los Urdangarín en Pedralbes, si una asociación de víctimas del
terrorismo se permite sugerir a la propia Justicia que vaya contra la Ley, si
al Gobierno le da por anunciar a bombo y platillo nada menos que la Salida de
la Crisis (!), si el Papa ahora va de rojeras
por la vida (y hasta accede a ponerse una nariz de payaso), y si –lo que es
peor– todo esto es susceptible de ser aplaudido, a lo mejor tenemos que tomar
nota de lo que sucede en Bielorrusia: hacemos un “Lukashenko”, prohibimos los
aplausos, y que sea lo que Dios quiera. O algo.
jueves, 7 de noviembre de 2013
ESE OTRO MOMENTO (5)
O ese
otro momento en que decides (dictaminas, puerilmente concluyes) que se puede
escribir para comprenderse a uno mismo, que se puede escribir para comprender a
los demás, que se puede escribir para comprender el mundo, que se puede
escribir para descomprenderlo todo.
Ese otro momento en que vislumbras el resto de la supuesta escalera ascendente
y te dices “y a partir de la descomprensión,
un nuevo horizonte de sentido”, y decides (nuevamente dictaminas, puerilmente
concluyes) que los habitantes de las regiones inferiores (de los escalones
precedentes) no eran, no son, nunca
fueron verdaderos escritores, que los verdaderos escritores tienen que haber descomprendido antes todo lo anterior, y
que sólo a partir de ese momento, de ese espacio, uno puede llegar al final (¿el final de qué?, te
preguntas) para darse de bruces con la Creación o contra la Nada. Ese otro
momento en que darías lo que fuera, no ya por saber distinguir una cosa de la
otra, sino simplemente por alcanzar, oler, tocar ese espacio; por saber, en
definitiva, que existe, que es posible ese otro momento.
lunes, 4 de noviembre de 2013
ESE OTRO MOMENTO (4)
O ese
otro momento en que descubres (redescubres, asumes nuevamente) que el miedo más
atroz, el más puntiagudo, el Miedo de los tres picos –ese tan terrible que sólo
se puede representar gráficamente, con su vertiginosa eme mayúscula– es en
realidad pura prefiguración del miedo, anticipación abstracta del mismo,
semilla no ya potencial sino efectivamente potenciada,
forzosamente posibilitadora, totalizante, estadio previo del horror que todavía
no se teme en concreto, pero que se prevé
temiendo –involuntaria y constantemente– ese otro momento.
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