Si
Elias Canetti no se equivocaba y el metamorfosearse
consiste en acoger simultáneamente dentro de sí la multiplicidad
disgregadora de pulsiones y voliciones que nos ha conformado –y aun nos
conforma y conformará– sin renunciar a la unidad esencial del espíritu,
entonces espero ser algún día ese señor que detenga sus ojos cansados en estas
páginas para sentenciar: “Si alguna vez pensé todas estas estupideces es porque
tuvieron, tienen, tendrán cierto sentido; y además no sólo son mías, sino que también fueron, son,
serán yo”. Aunque yo sea a partir de entonces, irremediablemente, él o cualquier otra cosa.