lunes, 22 de febrero de 2016

ASCENDER


       Abajo están los hombres. Aunque algunos optan por permanecer sentados, la mayoría de ellos trata de llegar arriba, quizás para justificar el paso del tiempo. Existen tres modalidades de ascenso: las escaleras, el ascensor y el plano inclinado. Cada cual elige según sus preferencias y/o posibilidades. Los que escogen las escaleras creen haber encontrado el punto intermedio entre el ascensor (que aboca a la inmediatez) y el plano inclinado (que remite al infinito), y sin embargo son repudiados por sus contrincantes, que acaso puedan presumir –no sin razón– de puristas. Los usuarios del ascensor la toman, precisamente por esto, sólo con los imbéciles (dicen) del plano inclinado, a los que tachan de extravagantes e ingenuos por su manía de argumentar en favor del recorrido en tanto que fin. Éstos, por su parte, no se dignan responder a menos que algún idiota (dicen) del ascensor trate de interponerse en su camino, y observan de reojo a los usuarios de las escaleras con una sombra de duda que rara vez se despeja. Cuando unos y otros se cruzan en algún punto del ascenso, fingen un respeto que en realidad no se tienen e intercambian sonrisas forzadas y números de teléfono. A veces hay zancadillas, pero suelen perdonarse –básicamente porque si no se llega a un acuerdo existe un porcentaje elevado de posibilidades de volver abajo–. Los ánimos se van calmando a medida que se asciende, esto está claro. En las etapas finales los usuarios de las escaleras, del ascensor y del plano inclinado aprenden a comunicarse de un modo más abierto, obviando finalmente las diferencias de sus respectivos ascensos. Llegan incluso a reconocer la dificultad de las escaleras, los peligros del ascensor y el esfuerzo del plano inclinado, igualando los méritos de la subida. Parecen hablar en serio, con total sinceridad. Pero es entonces cuando uno o varios de entre ellos advierten que no están realmente arriba, que la posibilidad de ascenso es una ilusión, y de nuevo comienzan las rivalidades, las recriminaciones, el hastío. Si alguien les dijera que jamás podrán llegar arriba, quizás cejarían en su empeño de ascender. Pero mientras crean que, en efecto, ascienden, muy poco se puede hacer. Figúrense que, desde donde yo escribo, apenas se les ve todavía. Parecen más bien hormigas. Peores que hormigas: las hormigas, al menos, saben ponerse de acuerdo.
       No me pregunten, por cierto, cómo he conseguido subir hasta aquí. Ni yo quiero contarlo ni ustedes lo entenderían. Dejémoslo en que las escaleras, el ascensor y el plano inclinado son procedimientos un tanto rudimentarios. Les aconsejo que traten de pasar página sin pensar demasiado en ello.