lunes, 6 de julio de 2015

FILOSOFÍA FICTICIA EN EL MUNDO ANTIGUO (X)


            Coprótenes

       Si Diógenes vivía en un tonel, Coprótenes pasaba las noches directamente al raso. Si Diógenes comía desperdicios, Coprótenes ayunaba durante días. En la confluencia de ambos filósofos, sobre todo en lo relativo a sus costumbres, encontramos la más curiosa de las rivalidades en materia de austeridad de todo el mundo helenístico.
       Coprótenes se desligó tempranamente de la escuela cínica por considerarla en exceso derrochadora. A partir de entonces dedicó su vida a predicar con el ejemplo –técnica que incluía ridiculizar al maestro de los cínicos, el propio Diógenes–. Así, cuando éste imploraba a sus amigos algo de comida, Coprótenes se burlaba de las necesidades de su rival mostrándole las raíces que iban a servirle de alimento. En otra ocasión, hallándose ambos exhaustos tras una larga caminata, nuestro filósofo propuso a Diógenes un juego: ganaría aquel que consiguiera renunciar a beber agua en las horas siguientes. Esa vez ganó el cínico por dos días de diferencia.
        Desde aquel momento Coprótenes se impuso el deber de aventajar a Diógenes en sencillez de una vez por todas. Una mañana, viendo que su rival había prescindido definitivamente de cualquier tipo de vestimenta, a nuestro filósofo se le ocurrió no sólo desnudarse, sino además ingerir sus propias heces a modo de desayuno, alardeando de este modo de una estricta autosuficiencia y convirtiéndose en el acto en el primer coprófago de la historia.
       Diógenes no tuvo más remedio que aceptar la evidente derrota. Coprótenes, por su parte, falto ya de alicientes en su escalada hacia la austeridad perfecta, asumió sus recientes costumbres como locuras de juventud y se recicló como filósofo hedonista. Tal actitud, frecuentemente interpretada como transformación radical de su pensamiento, resultaba –al menos para él– coherente con sus convicciones: uno tiene que ser capaz de prescindir de todo, incluso de la vida sencilla. Pasó sus últimos días en el jardín de Hedocuro, que vivió en la página siguiente.