jueves, 15 de enero de 2015

OTRA MOSCA


       Una mosca en la habitación. No me deja escribir. La muy cretina pasa volando cerca de mis orejas, no soporto el zumbido. Dejo el teclado del ordenador y voy a por una zapatilla para aplastarla. Espero a que la mosca se pose sobre alguna superficie estable. La pierdo de vista. Reaparece en la ventana –demasiado arriesgado, podría romperla–. La asusto y sale volando hacia la mesa. Aterriza. Ahora sí, ¡paf!, un golpe seco y ya no hay mosca, es un alivio. Al rato comprendo que estaba equivocado. No es que la mosca no me dejara escribir, es que escribía precisamente porque la mosca no me dejaba en paz, y ahora no sé cómo terminar este relato.
         Abro la ventana con la esperanza de que entre otra mosca.