lunes, 22 de diciembre de 2014

Y SIN EMBARGO TODO TIENE UN SENTIDO


       Y sin embargo todo tiene un sentido. Usted recuerda aquella vez, cuando, siendo niño, le descubrieron jugando a los médicos con su prima. Recuerda la escena con excitación y, en menor medida, con vergüenza. Recuerda a su madre (de ella) reprendiéndole por su conducta obscena e inmoral, mientras usted buscaba con la mirada los ojos de la niña, su prima, tan excitada y avergonzada como usted mismo. En resumidas cuentas: estaban ustedes jugando, pasando un buen rato, conociendo sus cuerpos, explorándose mutuamente. Hay algo de curiosidad empirista, de búsqueda de rigor científico en todo esto. Los adultos, como la madre de su prima en este caso, no lo sabían. Sólo eran capaces de distinguir un par de niños desnudos que no deberían estarlo. Y es por eso que ahora usted, padre de una niña en edad de jugar a los médicos, espera al otro lado de la puerta sin atreverse a entrar, sabiendo que las intenciones de su sobrinito –de su hija– son las mismas que las suyas de antaño. Pero sabe que debe interrumpirlos. Sólo de ese modo, siendo conscientes de la perversidad de sus acciones, lograrán disfrutar de sus respectivas sexualidades algún día. Este planteamiento le parece a usted raro –contradictorio incluso–. Y sin embargo todo tiene un sentido. Se trata de censurar para avivar el deseo. Recuerda ahora usted los libros prohibidos durante el franquismo, y cómo usted los devoraba. Somos unos auténticos hijos de puta. Mienta a su sobrino, asuste a su hija. Abra usted la puerta y cumpla con su cometido. Sálvelos.