jueves, 20 de noviembre de 2014

SE HAN PASADO USTEDES DE LISTOS


       De acuerdo. Me notifican que algunos de ustedes no están del todo satisfechos con el desenlace del primer relato del presente libro, y no tanto por lo sórdido del mismo, sino más bien por la ausencia de un castigo adecuado para el protagonista. Les diré, en primer lugar, que no estoy aquí para dar lecciones de moral a nadie –cedo tan encomiable tarea a los guardianes de las buenas costumbres literarias–. Pero quizás se han pasado ustedes de listos. Si hubieran prestado atención al desarrollo de mi obra habrían reparado en el personaje de Lapucia, que vive en el decimocuarto relato de esta colección. Sí, Lapucia, la misma que asesina hombres los días pares. Díganme: ¿han pensado en sus motivaciones? ¿No será que, tras haberle perdido la pista al hombre que abusó de su hija, encontró como asesina en serie un sentido a su vida? ¿No será la muerte de Keiler –por una cuestión de azar– su obsesión original, el secreto cumplimiento de una venganza?