lunes, 6 de octubre de 2014

UN AÑO SIN LIBROS


    El hombre que no puede dejar de leer un libro detrás de otro ha aceptado finalmente, a regañadientes, el reto que su amigo escritor le propone: a partir de entonces y en el transcurso de un año, el hombre que no puede dejar de leer un libro detrás de otro tendrá que conformarse con devorar solamente un libro al mes.
      Los primeros días son una nube de pánico, un literal infierno iletrado. El hombre lleva hojas sueltas en el bolsillo a modo de talismán, por si su lectura fuera estrictamente necesaria para ahuyentar las pulsiones suicidas que –teme– no tardarán en aparecer. Consumido ya el único libro del primer mes (apenas unas horas después de cerrar el trato con su amigo), toda su cotidianeidad se derrumba, las noches se acrecientan, el sexo pierde el poco sentido que le restaba, las amistades revelan su lado más mezquino. El hombre que no puede dejar de leer un libro detrás de otro decide, sólo por matar el tiempo, ponerse a escribir.
    La revelación se patentiza con el paso de los meses: el hombre resulta ser un gran escritor. Con suma cautela va encontrando su lenguaje, demarcando sus coordenadas literarias, pariendo su mundo sin libros. Inmerso en su nueva e inesperada ocupación, el hombre que no puede dejar de leer un libro detrás de otro termina de componer la novela definitiva, ésa que su amigo escritor ensaya sin éxito desde que decidió dedicar su vida a la experiencia creadora. Cuando clava el punto y final, el reto está de aniversario y el hombre guarda la novela en un cajón. Después escoge un Dostoievski de su biblioteca y, llorando de alegría, reanuda su pasión lectora.
       Cuando su amigo le pregunta qué tal le ha ido el año, el hombre que no puede dejar de leer un libro detrás de otro le cuenta –para qué iba a mentir– que por momentos se le ha hecho muy cuesta arriba. Seis meses después la última obra del amigo escritor queda finalista del premio Herralde de novela. Ambos lo celebran entusiasmados descorchando una botella de cava, obviando que la justa ganadora es Un año sin libros, exquisita narración de un autor novel que firma con pseudónimo.