jueves, 3 de julio de 2014

TORTURA


       Arsenio la besa en los labios, en el cuello, dulcemente en la frente. Después le pone las esposas, se ajusta bien la máscara y la ata a la cama porque últimamente le gusta experimentar. Entonces le pega; primero con suavidad, después un poco más fuerte, con el exterior de la mano derecha –la palabra clave es “plátano”, pero ella grita lo de siempre, “no, por favor”, resistiéndose todavía a pronunciarla–. La cera caliente está ya a punto de caramelo, casi hierve. Antes de continuar con el juego (o quizás justamente como parte del mismo), Arsenio sale de la habitación –la espera indeterminada es otra sutil modalidad de tortura –y atraviesa el pasillo. En el salón enciende su televisor para ver el informativo de la noche. Una señorita rubia, muy bien parecida, dice que la policía anda bastante despistada: a este paso tardarán meses en encontrarla. Arsenio se frota las manos y vuelve a su cuarto con un puñado de alfileres.