jueves, 3 de abril de 2014

EL SENTIDO DE LA VIDA


       Ataulfo Pérez, epistemólogo, acaba de descubrir el sentido de la vida. No puede esperar a compartir sus conclusiones con Pearson, un colega de Austin que siguió muy de cerca su doctoramiento –y que muy probablemente sea el único filósofo coetáneo capacitado para comprender razonamientos tan abstractos–, así que le invita a pasar unos días en la capital.
       Pearson aterriza en Madrid a las nueve cuarenta y cinco. A las diez y media está ya en el chalet de Pérez, rechazando cortésmente un café demasiado aguado. Vaya, te veo bien, cuéntame (No, no, eso mejor más tarde, estarás agotado del viaje). Ni te imaginas cuánto... (pues con más motivo) bueno, entonces permíteme que te cuente yo. Ayer mismo... ¿llegaste a conocer a Sally? (la verdad es que sí...) pues resulta que estamos liados desde el mes pasado (¡coño, me alegro un montón! Sé que te gustaba...), sí, y como ella también trabaja en el departamento, pues... (vaya, granuja...) ahora es bastante factible que vayamos juntos a convenciones por todo el mundo, la cosa tiene sus ventajas (ya lo creo, sí...) y el principio es lo mejor, ya sabes, somos como malditos adolescentes, pegajosos todo el rato, besos y (qué maravilla...) romanticismo desbordante... pero bueno, hace una semana su hermana (¿Kathleen?), sí, la misma, se emociona porque está muy contenta de que a Sally le vaya tan bien conmigo y nos invita a California, un simposio, ella vive allí, un sitio apartado, casa con piscina, increíble, al lado del Océano Pacífico (¡cómo te cuidan!) sí, para que voy a engañarte, la chica me tiene en un pedestal porque su hermana estaba muy sola... pero lo mejor es que, te cuento, llevamos unos días allí y una noche ella se mete en mi dormitorio (¿Sally?) no, no: su hermana, y me dice que Sally está en la piscina y la tía se desnuda (¡qué me dices!) te lo juro, macho, y follamos como salvajes y aquí no ha pasado nada (¡no doy crédito!) como oyes... bueno, pero que eso no es lo mejor, a lo que iba, ayer mismo, antes de recibir tu llamada, bajo al salón y me encuentro a las dos hermanas con el culo en pompa en un sofá enorme, aterciopelado... 
       Ataulfo Pérez, epistemólogo, tras escuchar la fabulosa gesta de su compañero, sube las escaleras de su chalet en busca de algunos borradores. De vuelta en la terraza recibe el impacto de la sonrisa de Pearson y toma asiento con sus papeles bajo el brazo. Vamos allá, si te parece (cuando usted quiera, señor catedrático). Bien, comencemos por romper estos apuntes y ahora repíteme, punto por punto, todo lo que ha sido de tu vida en este último mes. Y no te preocupes, que el próximo café estará bien cargado.