lunes, 20 de enero de 2014

EL LIBRO QUE NUNCA SE ACABA

       
       El hombre que lee el libro que nunca se acaba se siente últimamente hastiado de la tarea que le ha sido encomendada. Han pasado casi veinte años desde que un extraño anciano le confiase semejante encargo y, sin embargo, cada año que pasa le resulta más difícil renunciar sin más a seguir leyendo, sobre todo teniendo en cuenta el largo camino ya andado. Lo más curioso del libro que nunca se acaba es que no es excesivamente largo; por supuesto es el libro más voluminoso que el hombre que lee el libro que nunca se acaba haya visto jamás, pero lo cierto es que no ocupa más que el espacio propio de la mesilla de noche, aunque se eleve unos cuantos metros por encima de la misma. Como las páginas no están numeradas, el hombre que lee el libro que nunca se acaba calcula que habrá leído ya unas cien mil, pero no está del todo seguro porque desde que se siente hastiado lee mucho menos. Hace algunos días decidió telefonear al anciano (ahora ya mucho más envejecido si cabe) para comunicarle la fatal noticia: le han detectado un cáncer terminal. El hombre que lee el libro que nunca se acaba está preocupado porque intuye que, debido a la enfermedad, no podrá llevar a buen término su misión. Tras una larga charla, el hombre y el anciano acuerdan una solución que a ambos satisface. Al día siguiente, tras un frugal desayuno, el hombre que lee el libro que nunca se acaba despierta a su hijo y le pide que lo acompañe hasta la mesilla de noche.