jueves, 19 de septiembre de 2013

ENTUERTOS Y AVENTURAS


Al final va a ser que siempre estamos echando de menos El Quijote y, quizás por no releerlo sin más una y otra vez hasta el día de nuestra muerte, como autómatas sedientos de entuertos y aventuras, decidimos refugiarnos periódicamente en obras-hermanas (declaradas o no) como el Cándido de Voltaire, el Peer Gynt de Ibsen, las Desventuras del buen soldado Svejk de Hasek o El plantador de tabaco de Barth. La prueba definitiva de la vigencia de la gran novela cervantina no se encuentra en ningún estudio, en ningún tratado, en ninguna tesis; lo que realmente define la importancia de nuestro manco favorito reside en un hecho incontrovertible: cada lengua, sin apenas excepción, tiene su propia versión más-o-menos-camuflada del Quijote. Busquen, busquen.

Podría decirse, en este sentido, que El Quijote es grande porque sigue escribiéndose, o –mejor aún– porque nunca acaba de escribirse.