jueves, 9 de mayo de 2013

LAS DIEZ MEJORES


A todos nos ha visitado alguna vez el espíritu de Georges Perec, forzándonos a confeccionar listas absurdas e inoperantes cuyo propósito –si lo tuvieran– suele permanecer oculto incluso después de haber rematado la no pocas veces tortuosa empresa. Hacer una lista (una lista de verdad, una lista valorativa, un Top Ten, pongamos por caso) es como resolver un crucigrama: son cosas que uno hace para huir del tedio, rechazando, en efecto, la finalidad instrumental de los propósitos, pero exigiéndose al mismo tiempo cierto grado de responsabilidad. Por eso podemos decir que una persona que deja un crucigrama a medias es un canalla –eso lo sabemos todos– y que un amante de las listas, independientemente de la potencial relevancia o difusión de las mismas, hace las suyas comprometiendo a fondo su integridad moral. Hoy, echando un furtivo vistazo a algunas de las libretas digamos personales que he ido amontonando en un cajón durante los últimos años, compruebo –para mi sonrojo– que, de entre todas las listas descabelladas que pueblan sus páginas, acaso la más objetiva y, por tanto, universalizable, sea una que lleva por título “Las diez mejores marcas de galletas que, sin estar totalmente cubiertas de chocolate, sí presentan una cantidad aceptable de tal producto” (me guardo, por cierto, los resultados, que no estamos aquí para hacer publicidad). Ridícula ocurrencia, dirán ustedes. De acuerdo. Pero déjenme decirles –esta vez para mi orgullo– que, casi cuatro años después de su creación, mi lista sigue plenamente vigente, resistiendo (y sin despeinarse) cualquier contraargumento, objeción o enmienda imaginables, lo cual me lleva a pensar que está más cerca de la inmortalidad que ningún otro artefacto mío.
Los caminos del escritor son inescrutables.