lunes, 11 de marzo de 2013

EL SER Y LA COMETA


Recuerdo que hace cuatro años –quizá cinco, poco importa– mi amigo R. y yo fuimos a ver una obra de teatro. Cuando nos encontrábamos ya en nuestras respectivas butacas, esperando en silencio el comienzo de la función, descubrí a R. serio y meditabundo; “algo va mal”, me dije, y decidí preguntarle qué le preocupaba. “As veces penso que o Ser non pode ser unívoco”, fue su única respuesta. En aquel momento supe que R. siempre había sido (y ya siempre sería) una persona mucho más inteligente que yo, y que más me valía conservar su amistad durante el resto de mi cochina vida –si acaso mi intención era convertirme en una persona de provecho–.
Hoy he recibido una inesperada llamada telefónica de R. “¿Que fixeches hoxe?”, me pregunta. “Salí a volar una cometa”, respondo. “Magnífico xeito de pasar o día”, sentencia.
Me avergüenza reconocerlo, pero a veces necesito que me recuerden que el Ser no puede ser unívoco, que hacer volar una cometa es una buena excusa para pasar la tarde y comprobar, de paso, que la textura del viento-que-hace-volar-cometas difiere por completo de la del viento-normal-y-corriente.
¡Todos pendientes de la muerte de Chávez y de la elección del nuevo Papa, trágicamente olvidados de las cosas esenciales, del Ser y la cometa!